Democracia en debate.
El presente texto sólo pretende incluir una idea, promover alguna reflexión, pero mas que nada algunas acciones concretas.
Estamos en mayo de 2023 y hace unos meses un conocido político de Córdoba dijo algo asi: “Ningún argentino puede decir que la democracia le cambió la vida” y desde diversos lugares tomaron la palabra para fustigarlo.
Admito que cuando lo escuche replicado y comentado, en alguna radio (me parece), me pareció excesiva la carga contra el mensajero. Cuando quería hacernos pensar acerca de la capacidad que habrían tenido los mas responsables, en tanto sujetos que ocuparon el estado y no sobre la profundidad del apego a las formas del sistema, del orden democrático.
Cuando asistimos a un encuentro deportivo, fútbol por ejemplo, no se nos aparece genuino desestimar la calidad del juego, cuando lo que se recibe es de pobre calidad. Mas bien podemos adjetivar a todos y cada uno de los jugadores. Argumentar acerca de que cosa hicieron o dejaron de hacer, qué era lícito, o no. Y así parecía el comentario de este político, dirigirse a cuestionar a los jugadores, pedir mas compromiso con resolver “los problemas de la gente” hacia los miembros del juego democrático.
Parece que no advertimos (o algunos sí, y le sacaron el cuerpo) que en este amplio campo de juego en el que opera la democracia, estamos incluidos quienes habitamos -en este caso nuestro territorio argentino- en un espacio que incluye a representantes y representados. |
Así, no debe ser ni de cerca que el “juego” esté en cuestión (al menos en este acto) cuando se cuestiona el accionar de los jugadores. Esos representantes que han dejado poco en la cancha, o nada (muchos), no han transpirado la camiseta, reflejan a los otros participantes. Algo así como al número 12, de todo equipo que se precie, al menos en el fútbol de Argentina. Esos que tienen la pelota, después de 40 años, no le han tirado muchos pases de gol al 12. Estamos ante una sequía de ideas y de prácticas democráticas.
No por falta de elecciones. De eso tenemos bastante. Casi que demasiado. Lo que como ejercicio de participación debía ser entre otras cosas asistir a votar para elegir a los candidatos en cada lugar necesario, se ha vuelto burocracia política. Esa fiesta popular en la que elegir nuestros candidatos en la interna partidaria o de un frente se desdibuja hoy en la gran encuesta previa que se conoce como PASO (“primarias abiertas simultáneas y OBLIGATORIAS”). Y le echa una palada más de tierra a lo que debería ser una decisión personal asumida de concurrir, o no, a definir quien nos represente en la elección general. Producto de haber asistido a las reuniones previas, de ser parte de la construcción colectiva del candidato, o la lista de candidatos.
Ese proceso político que los partidos casi han abandonado, subordinados a los medios que les dan visibilidad, o a los agentes que los patrocinan. Esas instancias de compromiso con ideas, con propuestas, con programas de organizaciones políticas se desvanecen.
Estas prácticas tienden cada vez más a la desconfiguración de la participación, trocando los debates internos, por encuestas, o grupos de análisis.
desconfiguración de la participación o
configuración de la desparticipación
Estamos ante lo que podría denominarse una nueva práctica política contemporánea, la configuración de la desparticipación. Otorgando a este fenómeno una regularidad que deja inerme a los afiliados, los relega a mero asistentes, a simples “aplaudidores”, aventajados seguidores de fantasmas que no pueden representar el pensamiento y menos el sentimiento de nuestra población. O por otra parte exiliados dentro de cada organización que se ven obstaculizados para mejorar las propuestas que cada una de esas organizaciones debería custodiar. Entonces quienes esperan (en un «afuera» de las organizaciones políticas) programas claros para elegir en una elección general, asisten perplejos a repeticiones de frases o bien vacías, o bien llenas de intenciones estruendosas sin posibilidad de realidad.
Y finalmente el juego se vuelve monótono, casi insoportable y hay quienes empiezan a querer cambiarlo sin atender que estos jugadores no responden a la historia de los principios que dicen representar, y lejos, más lejos, el jugador número 12, casi nada incide o muy poco en los destinos de realizar un mejor encuentro.